El Conflicto entre Palestina e Israel : El Recrudecimiento de una Animosidad Centenaria

El Conflicto entre Palestina e Israel : El Recrudecimiento de una Animosidad Centenaria



 Antes de indagar los pormenores de este asunto inextricable e intrincado, cabría redactar un prolegómeno anterior a mis cavilaciones polémicas con una intención pacífica de impedir malentendimiento alguno. Primeramente, siento la necesidad imperante de realzar el aborrecimiento que llevo contra todas las hecatombes y mortandades que, sucediéndose uno al otro, llevan décadas carcomiendo la coexistencia, o la posibilidad de ella si fuese inverosímil la palabra como tal, con innumerables víctimas que huyen por razones de seguridad e internacionalizan el problema. Por ende, la tragedia que antes atañía a un solo país rebasa de esta manera las fronteras y, por si eso fuera poco, implica otros actores que, entrometiéndose con promesas mendaces y fraudulentas, causan más estragos que aportan soluciones. Aparte de esto, se trata de vidas humanas que están constantemente amenazadas con una muerte sangrienta y esto no es aceptable para nadie independientemente de su etnia o religión. Sin embargo, me parece conveniente hablar de la legitimidad de las pretensiones israelíes sobre su «Tierra Prometida» y las reclamaciones de los palestinos que afirman tener el derecho de conservar y proteger su patria sin comprometer sus fronteras o soberanía sobre ellas. 

 Dicho esto, deberíamos entender la situación sin omitir el pasado para distinguir el bien del mal. Desde un punto de vista histórico, los judíos fundaron uno de los reinos más antiguos en la región en una fecha anterior aun a 1000 a.C.; sin embargo, los judíos se esparcieron por los cuatro rincones de otras regiones, siendo Europa el continente más preferido, con la conquista babilónica de la región desértica de Palestina, acompañada de la destrucción del primer templo. Aunque no se tenga mucha constancia documental de los acaecimientos de aquellas épocas, siempre disponemos de alguna y, además, nunca nos hace falta la tradición oral. Se sabe que los judíos se esmeraron por volver a su patria que, según su religión que es denominado el Judaísmo, les habría sido prometida por Diós mismo, pero fallaron en cada intento. Con el paso de los siglos, innumerables civilizaciones se asentaron en la región por la importancia que cobraba en materia de porvenir comercial, ya que servía de encrucijada entre las rutas comerciales procedentes de Europa, África y Asia. No obstante, esta región cayó en manos del Imperio de Gran Bretaña en el siglo XX durante la Primera Guerra Mundial y ellos fueron los que cimentaron crisis actuales y fomentaron las primeras desavenencias en la zona, aunque se hable muy raramente de ellos como responsables de los conflictos actuales. 

Un mapa que muestra los edictos de expulsión contra los judíos con sus fechas de expedición

 Desde mediados del siglo XIX, un movimiento propugnaba la creación de un estado judío nacional para proporcionar a los judíos un albergue, una patria donde podrían vivir en paz, ya que eran esporádicamente perseguidos de manera violenta por los antisemitas y no podían encontrar refugio en ninguna parte del mundo. Para ladearle a alguien que quede totalmente en albis acerca del tema, basta dar a conocer el caso del Holocausto o de las masacres de Rheinland para que se le antoje factible y lógico el crear de un estado judío. Este movimiento se llama el sionismo y estaba tan presente en la política europea como muchos políticos ya habían dirigido su pluma en dirección a esta idea, puesto que las naciones mayoritariamente cristianas de Europa también ansiaban deshacerse de una minoría fuerte e inasimilable. Pese a la voluntad de crear este estado, no había un consenso con respecto a su lugar. En paralelo a los anhelos diplomáticos de Europa, la preferencia en favor de la región palestina que era bastante lejos de Europa ganaba terreno a medida que vehementes debates proseguían. Por tanto, el Imperio británico resolvió organizar el traslado paulatino de comunidades judías hacia estas tierras, ocasionando gigantescas olas migratorias que se llaman «Aliyah» en hebreo. Por intermedio de éstas, la población judía incrementaba sustancialmente su preponderancia numérica cara a la de los musulmanes de la región. En fin, el estado de Israel proclama su independencia en el año 1948 con la retirada de las tropas británicas y la abolición del mandato británico, oficializando definitivamente la ruptura entre los judíos y musulmanes de la región y marcando el comienzo de una nueva era.

Gente marchando en defensa del Sionismo

 En lo que atañe a los musulmanes, ellos conquistaron Jerusalén justo después del surgimiento brusco del Islám en el siglo VII durante el reino de los primeros cuatro califas, lo que se llama también la época Rashidun. Los musulmanes fueron muy suertudos visto que su salida de la península desértica de Arabia coincidía con las guerras abrumadoras entre los romanos y los sasánidas que dominaban la región hasta aquel entonces. Al ser agotados ambos países, los musulmanes pudieron avanzar suavemente sin toparse con gran resistencia por parte de las gran potencias de antes. Aún más, lograron derrotar a un ejército bizantino en el año 629; esta victoria era también un vaticinio pregonado por el Corán y, por este medio, había envalentonado a los musulmanes más de la cuenta, consolidando y fortaleciendo su adhesión a la fe. Desde entonces, esta región lleva siendo regida por los musulmanes a excepción de un breve período entre 1099 y 1189 cuando Jerusalén estaba bajo control cruzado y principados latinos luchaban contra los pueblos musulmanes como los selyúcidos. Con la decadencia del poderío islámico, las potencias imperiales europeas se adueñaron de estas tierras y uno de ellos, el antedicho Imperio británico, culminó con la ocupación de estos pueblos en el siglo XX.

 Volviendo a lo que concierne la época moderna, se puede decir llanamente que el problema verdadero radica en la partición injusta y chapucera ocasionada por el trazado superficial y descuidado de la región por los británicos que, sea conscientemente o sea inconscientemente, sembraron las primeras semillas de discordancia. Por supuesto, la réplica palestina no tardó en llegar y los locales empezaron a luchar por sus tierras. En 1964, la primera organización institucional que tiene por objetivo mediar la paz entre los israelíes y los palestinos se establece con el nombre de "la Organización para la Liberación de Palestina". Esta organización declara disponerse a hacer necesarias concesiones para asegurar la paz en la zona y consiente a la pérdida de algunos territorios en favor de Israel, lo que provoca a los chauvinistas palestinos. Este conformismo, o también podríamos decir resignación, conlleva la fundación del afamado grupo terrorista Hamas en el año 1987, que declara la guerra primero a la OLP en vez de a Israel. De aquí no es tan difícil adivinar por qué llevaron a cabo aquellos atentados terroristas durante un tiempo tan tranquilo y en las circunstancias más propicias a la paz. Interesantemente, todos los actos de Hamas, hasta aquí, deslegitimaron únicamente a Palestina y beneficiaron al estado israelí. No formo parte de los abominables conspiradores pero esto despierta sospechas con respecto al verdadero caudillo del grupo y a sus intenciones ulteriores y ocultas de todos modos.

El emblema de la Organización para la Liberación de Palestina

 En paralelo a todos estos sucesos bulliciosos que barrían el Medio Oriente, no faltaron tampoco conflictos armados con prolijos bombardeos y graves tiroteos. Aún en la guerra de los seis días en la cual Israel había hecho frente a múltiples países árabes circundantes, supo salir victorioso de manera entontecedora y porfió en sus expansiones territoriales incesantes pero cedió algunos de aquellos territorios con posteriores tratados de paz, por ejemplo, particularmente, el Sinaí a Egipto. Además, parece que los países árabes renunciaron a sus estrategias políticas que preveían sancionar y reprender a Israel por sus crímenes de guerra y maniobras ofensivas. Más bien se decantan por acuerdos con Israel, lo que demuestra claramente la hipocresía de los países árabes solamente comparable a la de Estados Unidos, que obstinada y contumazmente secunda a Israel en sus empresas bochornosas. A pesar de ser pro-israelí a nivel ideológico, yo también detesto la práctica que emplea Israel para alcanzar sus objetivos. Ya vamos a tratar esto próximamente, por lo tanto, de vuelta a la modernidad, podemos evaluar la situación actual. Desde mi perspectiva, lo que veo, o también cabría decir de arreglo a lo a que me exponen los medios de comunicación para ser más imparcial, es una guerra injusta entre los judíos, que se merecen un país pero recurren a la violencia horrenda para conseguirlo en la forma que quieren, y los árabes palestinos exasperados que están dispuestos a asirse de un cabello para defender su patria.

 Cuenta tenida de todo lo que acabo de decir, debo pronunciarme claramente una vez por todas acerca de este tema tan controversial y divisivo. Ideológicamente, me ladeo con Israel y reconozco que el suelo en el que viven a día de hoy era reclamado por ellos en primer lugar mucho antes que una otra nación o un grupo religioso lo hiciera. Sin embargo, no me bastaría de ninguna manera si dijera únicamente esto y no mirara el lado de los palestinos. Según opino, sería un grave error si dejásemos de lado el sufrimiento de los palestinos que llevan viviendo en aquel suelo desde hace casi un milenio. Tienen derecho a vivir ahí tanto como lo tengan los israelíes. Por lo tanto, me parece más lógico esforzarse por encontrar un terreno en común, un acuerdo de consenso bilateral que aseguraría el respeto mutual de uno del otro con el fin de que sea posible una convivencia serena y pacífica entre ambos pueblos. Si bien las organizaciones internacionales fingen, personalmente cabe decirlo así, desasosegar por la crisis humanitaria de la región, nunca han podido sugerir una solución factible y viable que resolviese el conflicto de forma definitiva. Mueren seres humanos en los desiertos de Palestina y no hay bandos cara a la muerte. Sin importar el bando que se apoye en una base política e ideológica, nos incumbe a todos nosotros que mostremos nuestra solidaridad plena del lado de la humanidad por sí sola independientemente de criterios frívolos como edad, etnia, religión, o lo que sea.

Gracias por leer,
Athel.


 

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