¿ El nacionalismo es obsoleto?
¿ El nacionalismo es obsoleto?
No cabe duda de que todos nos sentimos apegados en mayor o menor medida al país en el que vivimos con un sentimiento de gratitud por lo que nos ofreció. Sin embargo, este nacionalismo no va allende de algunos atisbos de agradecimiento sin apegamiento palpable en ciertas personas mientras que él se escenifica en otras en su mayor apogeo y vigor hasta el punto de convertirse en racismo. No menciono a los traidores alevosos en aras de lógica conceptual, ya que no tiene sentido hablar de casos extremos para delinear un tema en su generalidad. En resumen, tengo la intención sincera de abordar de manera personal, en forma de ensayo filosófico, el nacionalismo y la repulsión que esto engendra en mí.
Antes que nada, debo afirmar que el nacionalismo debe de haber pasado de la moda hace, por lo menos, medio siglo. No obstante, persiste y resiste al desgaste del tiempo para la desgracia de la raza humana. En calidad de filósofo diletante, he sentido, a lo largo y ancho de toda mi vida, un asco por todo lo que atañía al nacionalismo; porque a mi juicio, el nacionalismo no es nada más que un opio embriagante para contener una cierta población en las fronteras de un cierto país embaucándola para que sirva a ése.
Uno de mis argumentos en favor de esta actitud mía es que el nacionalismo sirve más a lo forastero que a lo nacional. Como muestra, podemos adelantar el caso de la Alemania Nazista, cuyo nacionalismo revestía una capa de racismo desfachatado hacia las otras razas que habían contribuido al desarrollo y a la prosperidad de la nación alemana en su conjunto hasta llevar a cabo las persecuciones de los judíos y otras comunidades étnicas, sin omitir que los minusválidos y los discapacitados mentales también fueron objeto de dichas masacres. Aquí es posible que no vislumbremos ninguna relación, no obstante, somos capaces de percibir los resultados muy claramente si nos fijamos en el fin desastroso de la Alemania Nazista: Un país partido en dos y compartido entre las fuerzas aliadas, un gobierno en quiebra y un pueblo verecundo. El país confidente de antaño había cedido su lugar a uno con millones de víctimas inocentes y un dicho líder en su irreconocible cadáver con su mujer y perro a su lado. El extremista nacionalismo alemán sirvió más a Estados Unidos, Francia, Inglaterra y la Unión Soviética que a Alemania.
En realidad, el nacionalismo no fomenta el amor a la patria, sino una vanagloria elata que apenas favorece una conciencia nacional colectiva de su pasado. Adicionalmente a la tendencia del nacionalismo a desembocar en un chauvinismo escabroso, él enceguece a la gente con una percepción encopetada de su nación como superior a la de los demás; por consiguiente, conlleva peligros de despertar sentimientos de desdén y soberbia frente al resto del mundo. Por encima de los posibles estragos que el movimiento nacionalista puede causar, ésto puede dar cabida a líderes engañosos y corruptos de manera a permitirles engañar al electorado con promesas que abusen de las emociones patrióticas. La Alemania Nazista es el epítome más eminente otra vez para esta alegación; sin embargo, podríamos dar a conocer la Unión Soviética justo después de sus momentos iniciales y cuando era dirigida por Stalin.
Por último, el nacionalismo es un término ambiguo falazmente acuñado. No existe un consenso general en cuanto a su definición y sus límites. Además, no disponemos de un ejemplo loable y, más importantemente, sostenible con respecto al nacionalismo aplicado a escala política. Algunos reclaman definiciones más suaves y pacíficos como "El pensamiento que valora su ciudadanía y que insta a que el gobierno ejerza sus funciones en favor de ésta." y algunos, mientras tanto, se empecinan en aferrarse a una definición rigurosa hasta desear escudriñar el cráneo de quienquiera que pretenda pertenecer a su nación. Esta ambigüedad crea una confusión inextricable y perjudica la credilibidad del pensamiento nacionalista.
A modo de conclusión, opino que todos debemos admitir el hecho que el nacionalismo ya no es un pensamiento sano para el bienestar de una nación, se ha vuelto anticuado y posiblemente perjudicial, aun nefario, para el mundo contemporáneo. A pesar de manifestar, o más bien afectar, signos positivos, implica un peligro subyaciente visto que la gente siempre está dispuesta a pervertir, aunque inconscientemente, la esencia de cada movimiento, tal y como ésto es el caso del feminismo, y a desviarlo de su rumbo original por el cual fue ideado.
Gracias por leer,
Batuhan AZELOĞLU.
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