Reseña del Libro "Azul" por Rubén Darío
Reseña del Libro "Azul" por Rubén Darío
Antes de comenzar, cabe admitir por mi parte que no optaría por esta obra de Rubén Darío si tuviese a mi disposición una gama de opciones más amplia, porque no tiene ese encanto preliminar por el que la mayoría de los libros disponibles en el mercado se distinguen de los demás y persuaden a los prospectivos lectores a adquirirlo. Su título no despertaba curiosidad, nisiquiera llamaba la atención. La información que se encontraba ofrecida al principio del libro no era tan llamativa o subyugante como esperaba; sin embargo, lo compré porque escaseaban libros baratos, de imprenta pública y en masa, que el mercado de libro en Turquía pone a nuestra disposición. Las más ínclitas novelas o los grandes clásicos ampliamente rebuscados están meramente disponibles, además la gran mayoría de ellos se vende por precios prohibitivos en librerías auténticas que compensan su autenticidad por su carestía.
Al hojear por sus páginas que presentan relatos inconexos y divagantes entre sí, saltando de un tema a otro, y al leer su introducción y prólogo, me percaté de que esta obra ya no tiene como objetivo ofrecer una narrativa enrevesada y pormenorizada, siguiendo un guión preciso con un cierto número de personajes y acontecimientos que se entrelazan en una trama general; en cambio, su autor se implicaba en una visión literaria que se esmeraba por demostrar que el español no era un idioma menos rico, literario o artístico que su concurrente asaz preciado y casi insuperable o imbatible en términos de hermosura literaria: el francés. Para Señor Darío, el español era igual de rico y literario que el francés y le faltaba nada para elevarse al rango de los idiomas innatamente favorables a la producción de literatura. Con esta persuasión inexpugnable y resolución intransigente, elabora cortos cuentos acicalados a la manera de los gigantes de la literatura francesa, repletos de descripciones minuciosas que notan y realzan cada detalle sin olvidar, a ciencia cierta, engalanarlas con elementos míticos y leyendarios.
En este sentido, sus textos me recuerdan a la vez las historias de Maupassant y el estilo de Victor Hugo, fusionados magistralmente en un solo conjunto que se puede leer de una sentada. Sus descripciones no son imposibles de comprender, sino lo suficientemente intrincadas para requerir de cierto esfuerzo para bien entender el quid y el tema. Su elección léxica merece un galardón de literatura ya que es inestimablemente perspicaz. Los vocablos que él empleó en su libro como "esplendente", "fornido", "desgajar" o "esperpento" no solo ostentan una habilidad literaria y exhiben el vasto vocabulario que él posee, sino también nos rinden cuenta de su genio como un escritor que sabe aunar palabras singulares y los contextos apropiados en un párrafo e incorporarlo a un mensaje general. En sus escritos, los adjetivos fulgurantes inexcepcionalmente aterrizan justo delante de palabras que los igualan en belleza y profundidad sin interrumpir el buen flujo de su narración. Pese a la cortedad de sus textos, no les falta concisión y profundidad.
De todos modos, vale mejor que notemos el hecho crucial a propósito de esta obra, que es la predominancia del estilo sobre el mensaje, puesto que lo que el autor puso en su punto de mira es destacar los méritos del idioma de Cervantes que él consideraba digno de su lugar entre idiomas prestgiosos. De este punto de vista, se puede creer que Azul es más un espectáculo, como de malabaristas o acróbatas, que un tesoro memorable. Su contenido está orientado a un placer visual y sonoro, por lo tanto no recomiendo demorarse demasiado en el guión o la integridad de los ensayos poético, sino degustar la belleza de las rimas melifluas que se eslabonan en armonía melodiosa.
En cuanto a la memorabilidad, no pienso que la obra disponga de algún detalle que se ancla en la memoria a excepción de algunas citaciones tomadas de mitos grecorromanos. Su impacto es cuestionable, su originalidad lo es más a raíz de la enorme inspiración, que raya visiblemente en el plagio, en las obras francesas ya existentes. En paralelo carece Azul de un elemento de curiosidad que impulse al lector a seguir su lectura de manera cautivada e hipnotizada. Tampoco nos ensimismamos en cavilaciones hondas e intensas como esto nos ocurre en obras clásicas francesas como "El Último Día de un Condenado a Muerte" o "Los Miserables" por Hugo.
A pesar de todo, es innegable que esta obra cumpla con su objetivo sin jactarse pretenciosamente; es una obra sobria en mensaje pero rica y acicalada en estilo. Presumiblemente es un libro que se puede admirar como un espectáculo corto e intenso; sin embargo, no se me antoja factible para nada que se deleite copiosamente en él.
Os agradezco por su lectura,
Athel.
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