¿ Para Qué y Por Qué Ser Bueno ?

 ¿ Para Qué y Por Qué Ser Bueno ?


 Uno de los dilemas al que está confrontado el hombre moderno es indudablemente el auto retiro del cual adolece en camino al descubrimiento de su personalidad en materia de ética. ¿ Nunca se os ocurrió caer en cuenta de que casi todos tuvimos esta duda y la impresión vaga de estar al punto divisivo entre el camino hacia una persona buena y una maleante ? A medida que el tiempo transcurrió a toda velocidad este último siglo, nos fuimos perdiendo poco a poco nuestras normas y nuestro acatamiento al respecto también. Cuánto más ajetreada se vuelve la vida con el advenimiento de las tecnologías de vanguardia, menos respeto llevamos hacia el mundo exterior y todo lo que nos rodea. Comprarle a su amiga un ramo de rosas, recordar el cumpleaños de un amigo, visitar a un pariente pierden su valor social que antes parecía intrínseco a estos actos. Por esta razón, la nueva generación que nos sucederá es susceptible de deshumanizarse por completo desde un punto de vista moral ya que no disponen de ninguna base racional para ser bueno. Estar bien prevalece sobre ser bueno. Cuando la gente trata el tema de la bondad y la maldad, en general tiende a descuidarse de la razón de ser bueno y se enfoca en las indicaciones de lo que es bueno, lo que me parece totalmente erróneo e incorrecto al momento de tratar de propagar la bondad entre nosotros. Por lo general, se omite la pregunta de «Por qué sería bueno» para concentrarse en la pregunta milenario de «Qué es bueno?» Sin embargo, reflexionar acerca de este tema y encontrar en la vida una razón para ser bueno es de importancia crucial para el buen orden de la sociedad.

 En primer lugar, me parece conveniente abordar uno de los mecanismos ocultos del que es casi considerado tabú hablar: —Lo bueno está sujeto al elogio.—Tal vez generalmente no lo digan, pero esto no cambia la realidad de que todas las personas, todas sin excepción, quieren ser recompensados después de haber llevado a cabo algu bueno y benéfico para algo o alguien sea de manera pública con una "oración de agradecimiento" o sea de manera interna con un sentimiento gratificante procedente de las profundidades de su caracter. En cualquier caso, todos esperamos algo a cambio por lo positivo que aportamos. No obstante, pedir el agradecimiento por ésto o exigir un premio de cualquier tamaño casi escandaliza a la gente por la desfachatez extrema del acto. En estas circunstancias, se le incumbe a la persona que recibe el favor devolverlo a quien lo hizo en reconocimiento de su ayuda o contribución. En el caso de que no se percate, el hacedor de lo bueno sufre de la decepción aunque finge no estar decepcionado y no la manifiesta como toda persona sensata con un grano de mostaza de bondad en su corazón. A esta ecuación resumo yo simplemente como «Lo bueno está sujeto al elogio» insinuando que es tanto la responsabilidad para el receptor notar y reconocer la ayuda ofrecida como la es para su actor ofrecerlo. El no honrar al benévolo por su servicio es de tan mal caracter como que lo haga notar el benévolo mismo. Estoy seguro de que si todo el mundo dirigiera su atención para no perderse dichos momentos para agradecer algo apreciable a la persona que lo realice, la gente estaría mucho más motivada para intentar ayudar a su alrededor cuando pueda.

 Así y todo, hay que notar que la bondad de la gran mayoría de las personas no procede desafortunadamente de su propio libre albedrío de modo que la voluntad de la persona sea la de ayudarle a los demás, sino de numerosas obligaciones abstractas, que nunca podríamos enumerar todas, tales como la religión, la presión social, la ansia de encajar en un grupo siguiendo la mentalidad de rebaño. Aquí también se puede observar esta expectativa de recompensa primitiva que nos obliga a sacar provecho de todo lo que hacemos; es mordaz y crudo pero es la verdad. Cuando un creyente fiel declara haber realizado algún bien para un fulano, generalmente yace una ansia latente por el cielo, es decir, el reino de Dios o el paraíso, como su retribución. Para ejemplificar, algunos musulmanes, no porto la intención de exceptuar a otros como cristianos, solo me esmero por ejemplificar concretamente, confesarían llevar a cabo actos caritativos para tener la gracia de Dios y, consecuentemente, estar en buenos términos con Él, lo que me parece muy solapado y pícaro por parte del creyente que lo diga porque en tal coyuntura la fe en Dios y la relación que entretiene una persona con Él se desacredita y, literalmente, descimienta, porque degrada y socava la honradez y cordialidad de la religión misma, implicando que la adhesión a religión alguna ya no se trata de la búsqueda de la verdad divina y del Dios verídico, sino de un canje, un trueque de buenos modales a cambio de la vida eterna en Jerusalén dorado o lo que sea. Desgraciadamente no es tan común como lo esperaría que la gente siga el pensamiento de Kant en cuanto a los buenos actos, la deontología se denomina en el mundo de la filosofía, que dicta que cada ser humano tiene deberes morales hacia la sociedad en la cual vive y, además, ser bueno y actuar bien no son los favores que se digna a hacer, sino sus obligaciones morales y éticas a las que se ciñe. A mi parecer, el mundo sería, a ciencia cierta, un lugar irreconocible para los que vieron su situación actual si todo el mundo pensase igual y actuase en consecuencia para cumplir con dichas obligaciones tales como el respeto a lo diferente—o disidente—el amor al prójimo, la tolerancia a lo ajeno, etc.

 Sin embargo, lo que acabo de describir es un mundo hipotético que no existe en la realidad. En realidad, la gente es desabrida, arisca y malhumorada. De este modo, la energía negativa se propaga entre las personas creando un ciclo vicioso del cual se antoja extremadamente dificultoso liberarse y salir. Ya no educamos a nuestros hijos a tener buenos modales y a alimentar sentimientos positivos hacia los demás, sino a ser espabilados y astutos para que puedan con el fin de que sean capaces de engañar a los engañadores. Esta tendencia nos lleva, por selección artificial, a dar a luz a hijos cada vez más peligrosos y maliciosos. Alguien debe romper esta cadena, aunque sea un eslabón, e invertir la tendencia porque no podemos continuar creando gente cada vez más espantadora si queremos que la nueva generación que nos sucederá tenga la serenidad y la felicidad de vivir en paz. Para la consecución de aquel mundo, necesitamos empezar a ser buenos, sonreír, ayudar y respetar. Tenemos que invertir la tendencia, nadar a contracorriente y esmerarnos por amenizar y embellecer el mundo comenzando por los más mínimos actos. Como dice Wentworth Miller—el protagonista de Prison Break: "Let me be to someone what no one ever was to me," traducido al español como "Permítanme ser para alguien lo que nadie jamás fue para mí."

 Entonces, surge una otra pregunta acerca de este tema: «Ya abordamos el objetivo de ser bueno, por tanto conviene plantear el porqué. Para indagar en la razón, el motivo que debería de impulsar a la humanidad a ser bueno, necesitamos entender la organización de la humanidad por entero. Probablemente ya conocéis a los anarquistas que abogan por la destrucción y abolición de toda autoridad que nos controle. Lo que proponen es que la humanidad derivaría, por su propia cuenta incontrolada, hacia la perfección en ausencia de reglas y reglamentos; sin embargo, este argumento se descuida de la conciencia histórica en el fomento de su agenda política: La humanidad, en su forma primitiva del período de las cavernícolas, ya estaba desprovista de aquellas reglas, siquiera llegó al punto donde está a fecha de hoy. Por lo tanto se puede adelantar que es imprescindible la presencia de autoridades, controles, reglas, regulaciones, reglamentos y así en adelante. En vista de ésto, es posible extrapolarizar la anécdota previa a la pregunta de los modales y la bondad. Necesitamos ser buenas personas y hacer el bien para nuestro entorno porque la existencia de la noción de la bondad en nuestro imaginario colectivo se justifica mediante la anécdota y se hace necesaria, aunque estos modales varíen de país a país, pues poseen dispares acervos que tienen, cada uno, una visión diferente de la de un otro. En anticipación de reprimendas anarquistas, también es crucial adaptar la opinión de Jean-Jacques Rousseau mencionada en su "Contrato Social" y transponerla al dominio de la ética. Según él, la libertad no es la posibilidad de hacer lo que se le apetezca; al contrario, él considera la libertad un intercambio entre derechos primitivos y derechos civiles. Un hombre renuncia a su libertad de dañarle a alguien, torturarle y matarle para obtener a cambio el derecho a la garantía de su vida propia. Renuncia a su libertad de robarle, hurtarle algo a alguien para obtener el derecho a no ser robado o hurtado. Por consiguiente, podemos asemejar la descortesía y la grosería a dichos derechos primitivos a los que renunciamos para conseguir un mundo mejor con la cortesía y la educación, asimilables a los derechos civiles.


 A modo de conclusión, se puede decir que ser bueno debería de prevalecer sobre estar bueno, siquiera sea lo opuesto en el mundo contemporáneo. Necesitamos la bondad más que la maldad porque aporta el orden que tanto ansiamos y porque facilita la vida reduciendo un poquito nuestra libertad—si es posible llamar reducir al hecho de darle su asiento a un anciano o de sentir la necesidad de ayudarle a un transeúnte desconocido en la calle—. Por otra parte, necesitamos la bondad para que pierda su aspecto lucrativo, en el sentido de la gratificación recibida a posteriori, y revista uno vinculante y, de esta manera, cree el mundo donde los buenos ganan sin esperarlo y los malos pierden a pesar de escaparlo.

Mil gracias por leer hasta el final,
Athel.




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